viernes, 18 de julio de 2008

Gracias Arequipa ...


Escribe: Walter L. Bedregal Paz

Primeramente tengo que dar las gracias a los amigos que hicieron posible mi presencia en la ciudad blanca de Arequipa, tierra que viera nacer a mis queridos padres. Agradecer a Filonilo Catalina (el poeta) porque Luis Rodríguez (sencillamente lleva su cuerpo), por el despliegue en la organización e invitación de los comentaristas del libro Aquí no falta nadie, la antología. Un agradecimiento especial a José Gabriel Valdivia (UNSA) y a José Luis Ramos Salinas (UNSA) por sus comentarios, los cuales espero colgarlos pronto en este blog.
Porque ya sabemos que nadie sabe para quién trabaja. Como tampoco, por supuesto, - ahora - para quién uno escribe. Lejos de las paredes que resguardaron la presentación del libro en la Alianza Francesa de Arequipa, el 11 de julio del presente, sentí la presencia de amigos que a uno lo hacen cada vez más deudor de amistad, a todos ellos les doy las gracias por acompañarme en esta travesia.
A la mañana siguiente caminamos con el poeta Eddy Oliver Sayritupa por las calles del barrio de Yanahuara, en esa Arequipa fría de medio año, perseguidos por unos cuantos aforismos que hacía un par de meses interpreté del libro Choza cuando terminaba una selección de poemas para la antología; esa mañana fuimos en busca de su autor, el poeta Efraín Miranda, era en efecto un hombre-poeta, igual como lo descifraba su libro, nacido en las mejores entrañas del ande peruano, sólo que su libro flaco, aunque también muy gordo, contenía kilos de sabiduría larga y entrañable, destilada a partir de un ingenio arrollador. Aquel libro lo encontré en el lugar que siempre esperé encontrarlo en casa de un gran amigo: Henry Esteva y desde ese momento me aquejó la tentación de antologar parte del libro entre aquellas sus perlas indispensables. La promesa esta ahí: Efraín Miranda poeta, se la entregaré a los amigos del diario Los Andes de Puno, el medio escrito decano de la prensa altiplánica ( no me gusta ya la frase puneña), en cuyas páginas disfruto de cálido asilo.
Estoy tras el artículo ahora, de regreso de la ciudad imperial, luego de terminar un artículo para la revista La rama torcida, donde me temo que escribí sin querer líneas pertenecientes a mi blog personal. Creo que todo el mundo debería leer los poemas de Efraín Miranda, no solamente para entender mejor lo inentendible de indio que tiene dentro, sino también para cumplir con el primer deber del lector, que consiste en otorgarse placer y en lo posible multiplicarlo. Vayan, pues, las palabras del poeta, por el puro placer de reproducirlas: