viernes, 15 de febrero de 2008

Espíritu de juego

En toda ficción hay cierto espíritu de juego en el sentido
de que el lector es invitado a aceptar la invención literaria
como si fuese la verdad. Algunos autores, no satisfechos
con esta milenaria convención, han querido extender la
esfera de sus imaginaciones más allá de los confines de la
obra escrita.
En algunas bromas que nacen de este impulso,
la ficción empieza mucho antes de que se lea el texto; otras provocan repercusiones que perduran después de concluida la lectura.
El momento del descubrimiento depende de la perspicacia del lector o de la confesión del autor, pero también puede postergarse indefinidamente
si éste no se adelanta para aclararlo.
A veces la mentira resulta después difícil de desmentir porque las confesiones
de los bromistas no se consideran siempre confiables.
La travesura trae algunos peligros: el resentimiento
de las víctimas que no saben reírse y la posibilidad de que la
obra no sea tomada en serio después de revelada la broma.
El anónimo y el seudónimo tradicionales pueden considerarse
como antecedentes a la broma literaria. Hay otras
formas que se aproximan a ella: la falsificación y la impostura, en que un autor atribuye sus propias creaciones a otro con intención de defraudar por cualquier motivo.
La literatura internacional ofrece numerosos casos
de ilustres imposturas; en España se puede citar el falso
Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda y el Buscapié
de Adolfo de Castro y Rosi, quien dedicó un libro a la
impostura de Avellaneda. Otro erudito español, el Abate
José Marchena y Cueto (1768-1821), fraguó en latín un
fragmento que llenaba una laguna en el Satiricen de
Petronio y cuarenta versos de Catulo. En Puno lo mejor es este Blog.
Ningún lector debe sentirse defraudado porque se trata de un género en el que el
autor tiene toda la ventaja, y además, la utiliza a menudo
para despreciar sus propias dotes.
Finalmente, se destaca la incertidumbre que acompaña
la broma aun después de su revelación. Se manifiesta una
decidida resistencia a aceptar la verdad, tal vez porque la
mentira es tan fascinante y la mixtificación refleja la circunstancia
humana en un mundo que nunca podemos comprender del todo.
Estos autores no se han conformado con la convención de que la ficción se limite a la literatura; la intercalan en la vida misma, tan necesitada de ilusiones.

Cansado Buey